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domingo, 15 de agosto de 2010

El arte de estar presente - Sergio Sinay

Señor Sinay: días atrás caminaba por la calle y veía poca gente feliz. La mayoría iba apurada o gesticulaba, de forma que se notaba que no estaba contenta. A la salida de un colegio vi a varias madres con sus hijos, y la mitad de ellas estaba apurada o sólo simulaba escuchar a su hijo que le contaba las aventuras del día. Pensé que no disfrutamos de la vida como deberíamos. ¿Sabemos el significado de vivir? Creo que lo sabemos, pero nunca nos lo preguntamos.


Juana Martinez



Salimos a un mundo repleto de dudas sin respuestas y nos decimos "hay que vivir cada día como si fuera el último". Intentamos cumplir nuestros deseos y lograr todo lo que nos proponemos. Muchos creen que vivir a pleno es destruirse a uno mismo y a lo que los rodea para aprovechar el momento al máximo. ¿Cómo comprender el verdadero significado de vivir a pleno? Soy alumna de un colegio secundario, tengo 16 años y todos los días veo cómo el mundo se viene abajo y pocos se esfuerzan para que no suceda.

Maria Domitila Dellacha



Existen dos maneras, desde mi perspectiva, de vivir cada día como si fuera el último. Una es vivirlo con la desesperación de quien se lamenta de todo lo que no hizo, de lo que no alcanzó, de lo que no dijo, y se propone repararlo en el plazo de unas pocas horas. Las vivirá con angustia, contra reloj, y, aunque alcance a completar la tarea, quizá no encuentre felicidad, sentido ni paz. Otro modo consiste en vivir ese día con plena presencia en cada minuto. Es decir, estando con quien estamos, haciendo lo que hacemos. Si estás con tu hijo, tu amigo, tu pareja, tu padre, tu madre, tu hermano o hermana, estás ahí; no miras el reloj; escuchas; sientes; dices. Si lees el diario, lees el diario y si comes, comes. El último día no tendría que ser diferente de los otros, si los otros han sido días realmente vividos en el presente, sin huir hacia un futuro que siempre escapa.

Cuando al científico y ambientalista Michael Lerner, que trabaja con personas con cáncer, le preguntaron cómo viviría sus días ante el anuncio del final, respondió: "Pasaría tiempo con gente que valoro, leería libros, escribiría mis sentimientos y pensamientos, escucharía música, no perdería tiempo en urgencias ni en viejas obligaciones y mandatos, aceptaría la pena de saber que es el último día, pero celebraría la belleza, la alegría y la sabiduría". Estas maravillosas palabras bien pueden leerse como un proyecto de vida antes que como una despedida. Quien viva de este modo cada día, no pasará grandes angustias en el último, no habrá dejado la verdadera vida para el minuto final y no andará haciendo desesperados y postergados trámites existenciales justo antes de que le cierren la ventanilla.

El estilo de vida ansioso y urgido que describen nuestras preocupadas amigas Juana y María nace de la confusión entre vivir en el presente y vivir en el instante. El instante es fugaz y sin raíces, viene de la nada y se pierde en el vacío. El presente es el punto de encuentro del pasado (cada paso caminado en la vida) con el futuro (el tiempo hacia donde nuestras potencialidades se proyectan). El presente es móvil, cambiante, rico, plástico; cuando estamos de veras en él, nos impregna, enriquece nuestro mundo emocional, agrega material valioso a nuestra memoria, nos prepara mejor para lo que vendrá. En el instante, en cambio, desaparecemos sin concretar nada, sin dejar huellas, sin estar ni aquí ni allá, ni ahora ni después. Hacemos como que estamos, pero no estamos, prestamos la oreja pero no escuchamos, tragamos sin masticar y, por lo tanto, no nos alimentamos; el hambre (hambre de sentido, de presencia, de significado) nos sigue acosando. Hemos llenado nuestro estómago sin habernos nutrido.

Hacia 2002, el maestro espiritual Ram Dass (quien antes de seguir ese camino fue un connotado profesor de Harvard) escribió un luminoso testimonio, llamado Aquí todavía , luego de un episodio de salud que lo tuvo al borde la muerte. Propone allí el arte de hacer una cosa a la vez, de concentrarnos en lo que de veras importa. Lo que importa, si tengo sed, es beber. Si tengo sueño, es dormir. Si amo, es demostrarlo. Si me hablan, es escuchar. Si necesito, es pedir. Si no sé, es preguntar. "En el próximo sorbo de té, la próxima respiración, el próximo paso, el tiempo no existe", escribe Ram Dass. "Cada vez que vivamos plenamente el momento, sentiremos el alivio de estar en el presente eterno." Parece que una vida plena no requiere de misteriosas ni complicadas recetas ni de ansiosas urgencias.

sergiosinay@gmail.com
Fuente: Revista La Nación. Columna de Sergio Sinay.

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